Los hechos no ocurren porque sí, las casualidades en el mundo existen pero son las menos.
De tal forma los accidentes (de ahí que la mayoría de las veces llamar así algunos hechos es una falacia) siempre se deben a un error humano, solo en pocas oportunidades se deben a las casualidades o a “la mala suerte”. Claro que en ese error humano muchas veces las responsabilidades son individuales, pero en otras son del Estado. Es que es el Estado quien debe brindar la protección suficiente para aminorar las posibilidades de este tipo de sucesos.
Así el repetido accidente ferroviario con víctimas fatales, muestra a las claras cómo la inoperancia estatal, la falta de inversiones y la corrupción producen muertes. Pero que ocurra esto es más inentendible luego de “una década ganada”, de una década de crecimiento a tasas chinas.
Claro, no solo en los ferrocarriles se nota esta ausencia de inversión, las rutas son otro fiel reflejo de la misma lógica. De hecho, muchas pequeñas tragedias o masacres ocurren día tras día en las abandonadas rutas argentinas sin ocupar grandes titulares en los medios de comunicación. Vale la pena recordar que la Argentina encabeza todas las estadísticas de muertes en accidentes de tránsito. Muertes que superan ampliamente las que se producen por la inseguridad (temática tan en boga hoy).
Es más, si uno se acerca un poco más hacia nuestra ciudad, qué decir de los cotidianos accidentes de tránsitos en los cuales los principales protagonistas son los motociclistas. Allí encontraremos un denominador común: la mayoría de las muertes o de lesiones graves se producen por falta de casco.
En estas microtragedias por su puesto también existe mucho de responsabilidad individual, pero qué decir de un municipio que sigue sin poder imponer la obligatoriedad del uso de esta protección fundamental, como tampoco logra ordenar un “desordenado” tránsito en las calles de la ciudad. Más allá de todas las excusas al respecto, no hay duda que existe un rotundo fracaso e ineficiencia del Ejecutivo local en este tema.
